domingo, 26 de abril de 2015

Una tarde se terminó la "suerte" y con ella, se esfumó el invicto en el Oeste.

Así como suele afirmarse que, aún en la derrota, el buen juego derivará, a la larga, en una mayor proporción de resultados positivos, de igual modo, el ganar repetidamente, pero sin convencer a nadie, sin duda que más temprano que tarde, hallará un límite a la fortuna y habremos de toparnos con la derrota.

En su séptimo encuentro de local, en su "fortaleza" particular, el Gallo de Blas Armando Giunta resignó su invicto en el Nuevo Francisco Urbano, al caer por 2 a 0 con un limitado, aunque práctico Deportivo Armenio, quien preparado tácticamente para llevarse un punto del Oeste, terminó por dejar al Deportivo Morón con las manos vacías, al pagar caro tributo de sus errores repetidos, sus mezquindades conceptuales y su alarmante falta de ideas y de fútbol para vulnerar a una "resistencia" visitante, tan férrea como elemental.

En el balance general de los '90, el Gallito no mereció perder, pero tampoco tuvo ni la menor idea futbolística de cómo ganar, jugando sin dudas el peor partido en condición de local, aunque en rigor de verdad, más bien profundizando una pendiente colectiva que, salvo '70 frente a Almirante y otros tantos minutos ante Barracas Central, se ha venido repitiendo en cada presentación ante su gente, aunque disimulada en la valoración final, por la prepotencia de los triunfos en cadena.

En este sentido, y al igual que frente a Villa San Carlos y más recientemente, Tristán Suárez, Morón repitió una actuación para el olvido, de mala a pésima, sin transigir por ello y en ningún momento del encuentro, la búsqueda, la entrega, la voluntad y la actitud, aunque jamás hallase los caminos de la claridad para acompañar con fútbol, esa decisión inquebrantable de ir al frente, en procura de los tres puntos.

Con el amarretismo táctico de costumbre, aunque el técnico del Gallo se moleste con este simple blog y las opiniones de quien suscribe, Morón volvería a "regalar" un tiempo completo de partido, en la obstinación dogmática de colocar un solo delantero de punta, razón por la cual y durante los primeros '45, el local no habría de generar más que un par de aproximaciones hasta el arco de un tranquilo Villete (tal el apellido del golero visitante), quien habría realmente de ganarse su "dinero" en el complemento, con dos o tres atajadas providenciales y determinantes para el resultado final del encuentro.

Luego de una primera etapa paupérrima, dentro de la cual la visita habría de controlar el medio y contar con las únicas dos opciones francas de gol, como para despertar del letargo a un público expectante, aunque aburridísimo, en presencia de un cotejo tan mal jugado y prescindente de los arcos, en el complemento y en base a empuje y voluntad, el Gallo intentaría torcer la historia a su favor, buscando continuidad en la historia reciente de malos desarrollos, pero triunfos finales en el Nuevo Francisco Urbano.

Así las cosas, y como para evitar que Leonel Altobelli ya tuviese que recibir la pelota, desmarcarse, tirar el centro y correr a cabecear su propio pase, en principio, Giunta apelaría a la variante lógica y sólo posicional, de progresar en el terreno a Cristian Yassogna, intento que perduraría por algunos minutos, hasta que Federico Domínguez, técnico de Armenio, dispusiera el adelantamiento de Matías Buongiorno, lateral izquierdo y capitán del visitante. Razón suficiente para que el hermetismo tacticista de este Morón, que privilegia la faz defensiva en cualquier sector del terreno, determinara un nuevo retroceso de Yassogna, de regreso a la mitad de la cancha.

Ante ello y con la modificación de Javier Pérez, en lugar de un opaco Cristian Lillo, más el empuje del resto, el Gallo generaría sus mejores momentos de desequilibrio, primero con una corrida de Federico Domínguez, cuyo centro rasante no pudiera ser conectado, de frente al arco, ni por Pérez, ni por Yassogna. Y un par de minutos más tarde, a partir de un centro desde la izquierda, que encontraría sólo a Cristian Yassogna en el punto del penal, aunque el otrora delantero, devenido en volante de marca (dentro de este Morón, siempre contenido y amarrado a un esquema timorato y cauteloso a ultranza), no podría darle suficiente dirección, a un cabezazo que "moriría" en la manos y la correcta ubicación del arquero visitante.

Tras "cartón" y por si fuera poco, en la jugada siguiente, y en una contra rápida bien hilvanada entre Nahuel Peralta y Oscar Acuña, el "11" de Armenio terminaría por abrir el marcador, en segunda instancia, tras la contención inicial de Sebastián Peratta, en un rebote que hallaría al autor del primer gol en clara posición adelantada, situación inadvertida, tanto para Germán Bermúdez (árbitro del encuentro, y de flojísimo desempeño), como para su juez asistente.

Y si a Morón se le había complicado generar peligro, con el resultado en cero, ni hablar con el marcador adverso, lapso durante el cual abarrotaría de centros el área de Armenio, mientras desde el banco se agotaban lentamente las variantes en la búsqueda desesperada del empate, para terminar jugando con dos enganches (Gerardo Martínez y Lucas Nanía) y cuatro puntas (Leonel Altobelli, Javier Pérez, Diego Barrios Suárez y, de a ratos, Cristian Yassogna), esto es, bastante más lejos del 4-4-1-1 de inicio, sepultado por imperio de la necesidad "in extremis".

A poco menos de '10 para el cierre y cuando la impaciencia corría a la par del tiempo, Altobelli tendría la chance más clara de empate en su botín derecho, cuando tras el enésimo centro, esta vez pudiese deshacerse de su marca y darse vuelta, para en plena área chica y a escasos metros del arco, "reventar" el pecho del arquero Villete, que ya a esa altura, habría de erigirse en figura excluyente de la tarde.

Tras esa jugada, tan clara y a tan poco del final, a más de uno de los presentes, habría de ganarle la sensación que, si no hubo de ingresar esa pelota, difícil que hubiese otra de empate, de allí y hasta el final del cotejo. Percepción que resultaría acertada, máxime en el quinto minuto de descuento, y cuando todo el Gallo se hallase adelantado, el visitante se aprovechare de otra contra y ante una línea de dos en el fondo, Nahuel Peralta decorase la "chapa" definitiva con un dos a cero, sin dudas que exagerado, pero premio a la practicidad y contundencia de Deportivo Armenio.

Luego de una semana complicada, con huelga de jugadores incluida, los propios protagonistas locales no pudieron regalar ni "regalarse" una sonrisa, resignando de esta manera su invicto en el Nuevo Francisco Urbano.

Es que una tarde de domingo, en el Oeste, se nos agotó la suerte. Será tiempo, entonces, de comenzar a cimentar y justificar los venideros triunfos, en el rendimiento colectivo y el buen fútbol, en lugar de apostar a la fortuna y la "buena estrella".

Y encima, en la próxima, toca ser visitantes.


Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.


                         Foto: gentileza, Osvaldo Abades (h).

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