sábado, 11 de abril de 2015

El "Síndrome Blas Armando Giunta"...

La delgada línea que puede separar la convicción, de la necedad, suele estar dada exclusivamente por la justificación del necio. De allí, y hasta llegar a la contumacia (es decir, la repetición en el error), sólo es preciso recurrir a la obstinación, para justificar a través del tiempo, aquellas sinrazones que el necio disimula como un sistema de ideas, creencias y certezas, a pesar de las evidencias y los reveses incontrastables que genera la realidad.

Morón volvió a salir lejos de casa, y previsiblemente, a caer de visitante, esta vez por 2 a 1 frente a Platense, acrecentando un ya casi vergonzoso récord en dicha condición, de un solo punto sobre quince unidades posibles.

De igual modo, este Morón de Blas Armando Giunta, repitió los mismos "crímenes y pecados" que exhibe cada vez que el calendario lo obliga a jugar fuera del Nuevo Francisco Urbano, en otra muestra contundente de la inutilidad manifiesta y flagrante de un sistema táctico tan mezquino, como previsible para sus rivales e inconducente para los intereses propios.

De esta manera, Morón acumuló su cuarta derrota en tan sólo diez fechas, en lo que va del actual campeonato de la categoría, todas en condición de visitante (las últimas tres, de manera consecutivas), lo que invalida cualquier especulación o intención de hacerse "fuertes" de local, puesto que, en proyección y en el mejor de los escenarios futuros, cosechando sólo el cincuenta por ciento de los puntos disponibles, resultará imposible imaginarse con alguna chance cierta de pelear algo serio, más allá de las últimas posiciones de un hipotético reducido (en el cual también será necesario, al menos, jugar un encuentro fuera de casa).

Y es que el Gallo se ha transformado en un equipo absolutamente previsible, en lo táctico y desde lo previo, a partir de la reiteración estéril y compulsiva de un sistema de juego que, para este cuerpo técnico, parece más bien una ideología o un dogma absoluto e inmodificable, más por imperio de la necedad que de una auténtica convicción, desestimada cada quince días, ante la reiteración abrumadora de resultados adversos.

Otra vez este Morón, y ya no es noticia, volvió a apelar a una rigidez sistémica que, con algunas variaciones nominales ocasionales, jamás varía en esencia, ante el amarretismo exacerbado y la falta de vocación y decisión que parte invariablemente desde el vestuario.

Con el 4-4-1-1 de costumbre, la intención de robustecer el mediocampo con el ingreso de Jonathan Páez, y la orfandad conocida de Leonel Altobelli como única alternativa ofensiva, el Gallo volvió a salir a "ver qué pasaba" con el partido y su rival de turno, pretención que habría de perdurarle por menos de quince minutos, hasta en que la primera búsqueda profunda el local consiguiera la apertura y, consecuentemente, se le volvieran a "quemar los papeles", a un Blas Giunta, cuyos caprichos y empecinamientos tácticos le están costando demasiado caros a este Morón impotente fuera del Oeste.

Con el 0-1 abajo, y las búsquedas recortadas a una patriada de Altobelli o un acierto de pelota parada de Gerardo Martínez, el entrenador del Gallo daría renovadas muestras de su desorientación de costumbre, cuando a los '39 del primer tiempo dispusiera el ingreso de Lucas Nanía en lugar de Federico Domínguez, a quien, también previsible desde la previa, volvería a desaprovechar en sus condiciones técnicas y sus capacidades para generar juego asociado, siempre y cuando decida hacerlo partir desde el medio, y no obligándolo a "hacer una banda" que no siente y que, ha quedado demostrado, lo limita y restringe en sus verdaderas potencialidades.

Fiel a su estilo de extrema cautela, aún en desventaja, el cambio debería haber sido un delantero, con Javier Pérez y Diego Barrios Suárez en el banco, y seguramente por alguno de los dos "cinco" de marca (Cristian Lillo y el mencionado Páez), puesto que con Nanía en cancha y por sus condiciones naturales de enganche, el Gallo regalaría la banda izquierda (por la que, cuanto menos, Domínguez aseguraba marca) y, al mismo tiempo, no variaría en absoluto la soledad ofensiva de Altobelli, dado que ni Gerardo ni el propio Nanía, habrían de ir lo suficientemente "arriba", como para acompañar al "Llanero Solitario" de la visita.

Ya en el segundo tiempo, y a pesar de la sana intención colectiva de arribar al empate, a partir de una mayor presión en el medio, aunque carente de claridad y, fundamentalmente, de profundidad en los últimos metros, Giunta demoraría '57 en decidirse a incluir en cancha a otro punta, con el ingreso de Javier Pérez en reemplazo de Cristian Broggi, variante que obligaría a retroceder aún más, prácticamente hasta la posición de lateral derecho, a un Cristian Yassogna que toda su vida se desempeñó como delantero, y hoy por hoy, con este cuerpo técnico, en cualquier momento termina jugando de arquero.

Sobre los '25 del complemento y por la banda izquierda que obligadamente, abandonara de manera prematura Federico Domínguez, Leonardo Morales ensayaría una conexión entre ex compañeros en Villa San Carlos, para tomar adelantada a toda la última línea visitante y, con una gran habilitación, permitir otra buena definición de Pablo Miranda, para el 2 a 0 de Platense, en su primera incursión ofensiva seria en los segundos '45.

El descuento de Leonel Altobelli (el quinto tanto en la temporada), diez minutos más tarde, tras un centro largo, la habilitación de cabeza de Diego Barrios Suárez (en cancha desde los '27, en lugar de un Páez que transitaba al límite de la doble amarilla), y una definición solitaria y contundente, fiel a su estilo, tras deshacerse en el área chica de tres defensores y rematar cruzado al gol, generaría al igual que en otros encuentros de visitante, la falsa sensación de hallarse "en partido" y a tiro de un empate, por el que jamás hizo suficientes méritos, más allá de la actitud, la voluntad y la vergüenza deportiva de algunos.

Sin otra llegada de peligro, sobre el arco de Ezequiel Mastrolía, como para robustecer las ganas e intenciones de alcanzar el empate "heroico", el pitazo final de Ignacio Lupani castigaría una vez más, la intrascendencia y mezquindad de este equipo fuera de casa, temores repetidos y transmitidos como dogma desde el vestuario, por un cuerpo técnico que volvería a dar "espectáculo", con otra expulsión por reclamar desmesuradamente una infracción no cobrada, aunque con un desenlace atenuado, respecto del "sainete" exhibido en ese mismo estadio, meses atrás, en otra dura derrota de visitante, aquella vez frente a Acassuso.

Es que este Morón previsible, de sistemas tácticos presumibles e idénticos fracasos lejos del Nuevo Francisco Urbano, caería derrotado sin atenuantes, por cuarta vez en diez partidos, acumulando una marca desastrosa de un solo punto de visita, sobre quince unidades posibles.

Y es que, en definitiva, lo que suele dividir esa delgada línea entre la convicción verdadera y la simple necedad, no es otra cosa que la justificación, precisamente del necio.

Lo que en Morón, por estos días, ya empieza a conocerse con nombre y apellido: el "Síndrome Blas Armando Giunta", de "miedo fóbico" lejos de casa.

Tendremos cura, Gallito?...


Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.


 
                       Foto: gentileza, Osvaldo Abades (h).

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