martes, 9 de septiembre de 2014

Deseo y decepción

Foto: gentileza, Eduardo Fabián Acuña
Y Morón ya nos tiene acostumbrados a este tipo de situaciones indeseadas e inconvenientes, donde toda la expectativa previa, generada por diversos motivos ocasionales, termina por extinguirse inexorablemente, con el correr del partido y la escasísima respuesta de los protagonistas, dentro del rectángulo de juego.

En este caso, la gran expectación preliminar estuvo dada, no por el andar lujoso y contundente del equipo, sino más bien por la posibilidad de volver a verlo in situ, en el Nuevo Francisco Urbano, tras una ausencia prolongada de cuatro meses, entre el último receso invernal y la posterior sanción disciplinaria impuesta a nuestro estadio, en virtud de los incidentes de mayo último, cuando el plantel anterior se debatía (o mejor dicho, sólo un puñado de sus integrantes y cuerpo técnico), entre sus enormes limitaciones y la angustia de un descenso que constituyó una "Espada de Damocles", durante toda la pasada temporada.

En efecto, y con la posibilidad del retorno del público del Gallo a su casa (o por lo menos, parte del mismo, ya que las autoridades de la seguridad deportiva jurisdiccional restringieron el ingreso únicamente a los socios, y más tarde la policía se encargaría de vedar aún más la asistencia, entre los propios asociados, ante su inaudita negativa de correr al turno noche, un cotejo que a las 15.30 de un lunes laborable, restringiría los deseos de muchos socios, rehenes por horario de impostergables obligaciones laborales), sumado en lo futbolístico, al regreso también al triunfo en la jornada precedente, cuando el Gallo derrotara a Comunicaciones en Agronomía, dando además alguna manifestación de vida, entre lo poco y malo demostrado hasta el último miércoles.

Sin embargo, este Morón que a los golpes, y a lo largo de los últimos años, nos ha acostumbrado al trueque amargo del deseo por la decepción, habría de demostrar en poco más de '30 minutos, que si hubo una mejora futbolera en el "Alfredo Ramos", la misma parece haber sido la manifestación precipitada de una primavera que, por lo visto este lunes frente a Platense, no parece coincidir con el advenimiento permanente y duradero de una estación que arribara para quedarse.

Por el contrario, de operarse alguna mejora temporaria, en este equipo del "Tano" Pasini, más bien se asemeja a aquellas que sobrevienen en los pacientes críticos, internados en cuidados intensivos, como clásica antesala de un desenlace funesto.

Con la novedad extra de la repetición del mismo once, por primera vez en el presente Torneo de la Primera "B", "Osvaldo Guerra", el Deportivo Morón recibía a un complicado rival, por lo menos desde lo estadístico, aunque circunstancialmente accesible (tal vez como nunca en la historia), en virtud de la crisis futbolística por la que atraviesa el "Calamar", de flojísima campaña en la Zona "B" y un rendimiento tan paupérrimo que determinara en las últimas semanas, tanto el alejamiento de su entrenador, Sebastián "Gallego" Méndez, como la renuncia indeclinable de su presidente, Pedro Vilariño.

No obstante, este Morón que también se especializa en revivir "muertos", le otorgaría a los de Vicente López la alternativa inmejorable de quitarse el respirador artificial, para comenzar a respirar por medios propios, con la receta simple de un equipo limitado y de escasas virtudes, aunque conocedor de sus limitaciones y, fundamentalmente, exhibiendo las ganas y la voluntad encomiables de aquél que lucha por salir del coma.

Por el lado del Gallo, y como ocurriese en otros encuentros de este mismo certamen, la presión inicial ejercida por los dirigidos por Salvador Pasini, sólo duraría unos pocos minutos, a partir de un par de desbordes de Guillermo Suárez por derecha y las buenas intenciones de Nicolás González, por la banda opuesta.

Por desgracia, la movilidad inicial de Suárez y el atrevimiento de González se apagarían demasiado pronto en el partido, al tiempo que el superpoblado mediocampo de la visita se iría apoderando del desarrollo, merced a los correctos rendimientos de Dante Zúñiga y Emiliano Giannunzio.

En este punto, y del mismo modo que sucediera también en la mayoría de los encuentros anteriores, la ausencia de generación y volumen de juego en el medio, determinaría el inexorable aislamiento de los delanteros de punta del Gallito, quienes se veían obligados a bajar demasiado para tomar contacto con el balón, al tiempo de verse sistemáticamente compelidos a chocar una y otra vez contra los sólidos defensores rivales, ante el recurso repetido del pelotazo frontal y dividido, como única herramienta esgrimida de conexión entre las diferentes líneas.

Asimismo, a la alarmante falta de ideas ofensivas, los volantes centrales locales tampoco se ofrecerían como alternativa de emergencia ante la crisis, sin criterio a la hora de manejar la pelota, ni timming para superar al doble cinco del "Calamar". 

Ni siquiera desde la bandas, Morón lograría generar algo de desequilibrio, con dos laterales rápidos, aunque de poco criterio en ataque, y dos zagueros correctos, pero que luego se irían desdibujando con el correr del encuentro, al igual que el resto de sus compañeros.

En este contexto y por si fuera poco, cerca de la media hora y cuando recién comenzaba a evidenciarse la preeminencia de la visita, en su primera incursión seria sobre el área del Gallito, terminaría con un zapatazo inapelable de Walter Ortíz, para que Platense se llevara al entretiempo un triunfo parcial, por el que había hecho realmente poco, aunque con mayores ideas y mejores armas que un nervioso e inconexo Morón.

Porque, si bien es cierto que el Gallo manejó el balón durante gran parte del primer tiempo, como más tarde lo haría también durante el complemento, con las urgencias lógicas de la búsqueda del empate, dicho predominio y protagonismo habría de resultar absoluta y definitivamente estéril, puesto que en '45 no lograría generar UNA SOLA situación concreta de gol.

En el segundo tiempo, el rendimiento individual y colectivo del equipo, lejos de mejorar, habría de empeorar (los ingresos de Gerardo y Mariano Martínez, esta vez no marcarían diferencia alguna), agudizado por el nerviosismo in crescente en varios de sus protagonistas, que hubo de cobrarse a su peor víctima en Emiliano Mayola, quien resultaría expulsado por doble amarilla, como emergente nominal de un conjunto sin ideas, desesperado y absolutamente impotente.

Claro está que, este Morón hasta aquí acostumbrado a jugar sin gente, debió afrontar (y de la peor manera, abajo en el resultado), la prueba de fuego y de carácter de ir en búsqueda de su suerte, ante la presión de un Nuevo Francisco Urbano a menos de la mitad de su capacidad ocupada de costumbre, lo que justificaría varias dudas iniciales, sobre la posibilidad de respuesta de este equipo, a cancha llena, en cotejos tan pobres como el de la víspera, ante Almagro o Barracas Central.

Con tan sólo un par de chances netas en el complemento, como un intento desde afuera de Cristian Yassogna (una vez más, de lo poquito rescatable) y el remate desde la media luna, a cargo de un nervioso e impreciso Cristian Lillo, que obligaría a la única acción lucida del arquero visitante, el inoxidable Claudio Flores, el Gallo resignaría tres puntos vitales ante un rival tan pobre, que jamás habría de inquietarlo de contragolpe, en todo el segundo tiempo.

Y es que Morón nos tiene acostumbrados a este tipo de golpes, en los que el deseo del inicio, se ve muchas veces trocado por la decepción del final.

Lo cierto es que el Gallo perdió y volvió a mostrar su peor imagen, la del desconcierto colectivo, la falta de ideas y la ausencia de premisas claras de juego.

Habrá que revertir mucho y en demasiado poco tiempo, porque en un torneo corto como el presente, el tren de las oportunidades puede pasar una sola vez, si es que al cabo lo hace.

Y la verdad incontrastable es que hoy, estamos lejísimo de poder aspirar seriamente a algo (llamado ascenso).

Entre el deseo y la decepción, así andamos..., de cachetazo en cachetazo.

RECEN POR MI (otra vez...).

Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.




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