sábado, 22 de febrero de 2014

Uno de doce…

Y mientras algunos se entretienen con la “regla”, midiéndosela para comprobar quién “la tiene más larga”…, nos están conduciendo lenta y agónicamente, derecho a la “C”.

Uno sobre doce…, ni Carlos Bianchi podría soportarlo sin dar un paso al costado o sucumbir en su puesto ante las presiones dirigenciales. Sin embargo, en el Morón de “estamos mal, pero vamos bien” todo es posible, hasta que un entrenador sea ratificado por “unanimidad”, tras tres derrotas consecutivas, en peligro inminente de volver a caer en zona de descenso.

Claro que, primero, habría que clarificar qué significa exactamente “unanimidad”, en este “Mundo Morón” tan alejado de las verdades y lógicas futbolísticas, como lectoras de la revista “Cosmopolitan” , puestas a dirimir las debilidades y fortalezas de un plantel profesional de la “B” Metro.

Es decir, si por “unanimidad” entendemos un total y unívoco acuerdo, en relación a la continuidad y respaldo de un proceso cuestionado desde hace tiempo, pero de “uno sobre doce” posibles, en la recta final de un semestre definitorio entre el Cielo y el Averno; sobre lo que podríamos disentir respecto a la fortuna y oportunidad de la decisión tomada en conjunto, pero que en definitiva deberíamos aceptar, en el marco de la democracia delegada en materia de decisiones institucionales.

O, por el contrario, si por “unanimidad” ha de intuirse la resolución errática, empecinada y personalista de un único y decisivo actor, avalada y legitimada por el silencio pusilánime, falto de compromiso o interesado de sus pares de directiva, bajo el concepto erróneo de un falso “sentido de cuerpo”, malinterpretando al debate interno y la divergencia pública como signos de debilidad política, hacia un afuera nervioso y hasta hostil (no sin justa razón, convengamos…), siempre sospechado de operaciones subterráneas y oscuros complots e intrigas desestabilizadoras, máxime en presencia de un año electoral en lo institucional.

Cierto es que, en defensa de ese “uno sobre doce”, avalado y respaldado por “unanimidad”, debe contemplarse el “amor a la camiseta”, la filiación de hincha y los orígenes de “hombre de la casa”, que han de alcanzar en el intento de justificarlo todo; aunque en el mundo real, es decir, fuera de este Morón “Cosmopolitan”, ni Carlos Bianchi lo resistiría en lo personal, ni mucho menos se lo permitirían desde la propia dirigencia.

Una directiva con historia reciente en materia de sostenimientos irracionales de procesos fenecidos y sepultados hace rato, visibles para todo el entorno, menos para los encargados de tomar las mejores decisiones a tiempo, con el consecuente resultado de campañas paupérrimas, planteles costosísimos (en especial, en la relación “costo-beneficio”, de remuneraciones y puntos obtenidos), sueldos hipertrofiados para la tercera categoría del fútbol vernáculo, presupuestos altísimos y a la larga deficitarios, cuyo costo termina siempre afrontado por el apasionado bolsillo del socio…y por si fuera poco, el incendio sistemático e innecesario de ídolos de otrora, prendidos fuego “a lo bonzo” por carecer unos y otros, del sentido más elemental de la oportunidad para dar un paso al costado, o plantear un “adiós inteligente de los dos”.


Es que, para que eso suceda, resultaría menester que los involucrados renunciaran a mediarse sus “miembros” todo el tiempo, en una malsano juego de poder, tan insensato, como ajeno a los intereses de la institución, para lo cual y previamente, deberían colocar un dique de contención a sus ambiciones y egos desbocados y fuera de control.

Juego peligroso, cuando en el fútbol mandan los resultados y ellos indican que el equipo ha cosechado “uno sobre doce” posibles, en el tramo final de un semestre crucial para la vida futbolística del Deportivo Morón, a un triste paso de la primera “C”, división en la que militáramos por última vez (y que abandonáramos para nunca más volver), en 1980; claro que por aquellos días, esa vieja primera “C” constituía la tercera categoría del fútbol argentino, y no la cuarta, como ahora, y desde la creación de la “B” Nacional.

Quizá, haya que explicarles más claramente, a aquellos que sostienen el “uno sobre doce” y más tarde ratifican el rumbo (¿?) por “unanimidad”, que la primera “C”, con la cual el Gallo coquetea en este decisivo semestre de su rica historia, constituye el “certificado de defunción” del fútbol tal cual lo conocemos sus dolientes socios y sufridos hinchas, ya que profesionalizada recientemente, a medias y  “de prepo” por la Asociación del Fútbol Argentino, dicha divisional plantea varios interrogantes y muchas más amargas certezas.

Por ejemplo, el descenso al Averno de la “C”, significaría el retiro casi total del sponsoreo con el que cuenta hoy la institución, puesto que se trata de una categoría sin demasiado interés comercial, al carecer de transmisión por televisión. Al mismo tiempo, por lo expresado precedentemente, desaparecerían los aportes económicos devenidos de los derechos de televisación y con ellos, no menos del noventa por ciento del actual plantel profesional, al no poder afrontar los sueldos “inflamados” que abona desde hace bastante tiempo la institución.

Y algo aún peor, deberíamos preguntarnos cómo habríamos de solventar los costos operativos y de mantenimiento de nuestro nuevo y moderno estadio, salvo que alguno haya pensado ya, en municipalizarlo aún más, con tal de hacer frente a los gastos de un Nuevo Francisco Urbano que, hermoso y funcional tal cual es, habría de transformarse sin embargo, en una suerte de “elefante blanco” en la primera “C”.

Para mayores datos, podría consultársele a la gente de Deportivo Español y su “Estadio España”, o de Sportivo Italiano, San Telmo, San Miguel y, sin dudas el caso más emblemático, por lo esclarecedor y traumático: El Porvenir. Club que, no por casualidad, ha sucumbido tras 33 años de presidencia de un tal Enrique Merellas, amigo personal del presidente de la AFA y con afinidades y similitudes con algún que otro dirigente de Morón, de vitalicia permanencia al frente del fútbol profesional.

En definitiva y tras la ratificación por “unanimidad” del “uno sobre doce”, justificado en el sentimiento y la filiación de hincha, aunque deportivamente a un paso de un retroceso de 34 años, quizá sería dable esperar que “nos quieran un poco menos”, pero que actúen y se comporten con bastante más profesionalidad.

Ocurre que, en este Morón “Cosmopolitan”, tan alejado de la lógica y las verdades futbolísticas, todo es posible, mientras algunos se entretengan con la “regla”, para comprobar quién "la tiene más larga”.  

Y sabido es que, en definitiva, más importante que el tamaño, resulta la capacidad y habilidad a la hora del uso…, del cerebro humano.

Ojalá se rijan por él y nos conduzcan por el camino correcto.

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