sábado, 8 de febrero de 2014

Morón 0 - Los Andes 2: con el objetivo y el sueño intactos.

Como en el debut en la actual temporada, allá por junio de 2013, toda la expectativa y ansiedad previas que generara la primera presentación oficial del Gallo, tras el largo receso (en este caso) de verano, hubo de toparse con un obstáculo grande como una cordillera…, de Los Andes.

En efecto, y al igual que en el cotejo debut del torneo 2013/2014, el “Milrayitas” hizo nuevamente trizas el sueño del Pueblo del Gallito de reencontrarse con su equipo (a pesar del temporal de lluvia desatado en la propia madrugada del último viernes 7 de febrero), para retirarse del Nuevo Francisco Urbano en medio de otra fiesta, como ocurriera allá por el 8 de diciembre de 2013, cuando el once de Mario Grana se despidiera de su público con una goleada tan contundente como merecida, ante un Flandria desdibujado por un Morón lujoso e intratable.

En el camino, entre aquél Gallito que destrozara al “Canario” en el cierre del primer semestre, y éste Morón que cayera otra vez por 2 a 0 ante el conjunto de Felipe De La Riva, hubo de mediar la ausencia de dos piezas fundamentales para el andamiaje del Deportivo Morón, tales los casos de Martín Rodrigo Granero y Mariano Matías Martínez, ambos “tocados” tras las exigencias de una dura pretemporada y los imponderables propios de los ineludibles partidos preparatorios.

A la deserción obligada del goleador del Gallo en la temporada, el cuerpo técnico hallaría un lógico reemplazo en la única incorporación del último mercado de pases, tal el regreso a la institución del “Colo”, Pablo David Vacaría, quien tras rescindir en Tristán Suárez, arribara a Morón con el grato recuerdo de su paso anterior, durante el torneo de la “B” Metro, 2008/2009.

En contraste, la ausencia del “Polaco” de General Levalle suponía una disyuntiva aún más complicada a la hora de su reemplazo, tras un primer semestre de altísimo nivel, convirtiendo a  Martín Granero en el punto más alto y de mayor regularidad del equipo, erigiéndolo a la vez, en titular indiscutible en su puesto, indispensable para el armado y equilibrio del once base e ideal, y por lógica consecuencia, en un jugador insustituible para Mario Grana.

Ante ello, la alternativas disponibles a la mano del DT, eran la continuidad del sistema táctico que tan buenos dividendos le redituara en el cierre del último año, supliendo la ausencia de Granero con el ingreso del juvenil Rodrigo Basualdo, de buena tarea cada vez que le tocara actuar y de similares características al “Vikingo” “averiado” (descartado en la previa, Hernán Gonzalo Parentini, aquejado por un nuevo desgarro), o por el contrario, apelar a la modificación del “dibujo” habitual y efectivo, a partir del ingreso de un doble enganche, con Esteban Alberto González y Gerardo Daniel Martínez, y un único volante central, como Dante Martín Zúñiga, más cerca del juego atildado que del quite, aunque sin transigir una gota de sudor ni de prodigalidad y esfuerzo.

Con ésta última opción en cancha, el Gallito regresaba al Nuevo Francisco Urbano con los mismos tres en el fondo (Ariel Otermín, Ariel Omar Berón y Emiliano Jonathan Ivan Mayola), el referido medio neuquino por delante de la última línea, dos volantes externos con la obligación de desdoblarse más de lo habitual, en ataque y en defensa (Mariano Barbieri por derecha y Matías Exequiel Orihuela por la banda opuesta), mas el apuntado doble enganche y los dos delanteros (Damián Emilio Akerman y Pablo Vacaría).

Así las cosas, si la idea del cuerpo técnico era la de suplir la marca que reporta Martín Granero, por una mayor tenencia y dominio del balón en el mediocampo (es decir, ante la evidencia de un menor quite y recuperación en el medio, intentar manejar la pelota, para no perderla), debemos concluir en que la idea táctica resultó efectiva, puesto que el Gallo manejó mucho la pelota durante los ’90 frente al “Milrayitas”, máxime en comparación con el conjunto de Lomas de Zamora, que se siente mucho más cómodo con menos tenencia y una salida rápida en contraataque, ante la recuperación de su pareja de volantes centrales, Fernando Lorefice y Luis Zeballos.

Claro que, la supremacía en la posesión del balón por sí sola, no redunda necesariamente en una mayor profundidad en ofensiva, y eso fue precisamente lo que ocurrió con el Gallo en la noche del reencuentro con su público, en el Nuevo Francisco Urbano, puesto que el doble enganche colocado en cancha, tuvo la pelota durante largos minutos, aunque jamás supo qué hacer debida y efectivamente con ella, esterilizando de este modo, la productividad en ataque de ese dominio territorial y del esférico.

Los Andes, por el contrario, mucho más práctico y sencillo, opuso como en la primera rueda, un mediocampo rápido y combativo, con los referidos volantes de marca, un par de externos veloces y la gambeta “mañera” pero indescifrable de un Oswaldo Blanco que, sin repetir la actuación descollante de junio último, volvió a convertirse en factor determinante y de quiebre para el desarrollo del encuentro y en un auténtico tormento para la defensa del Gallito, sin importar la banda que eligiese para moverse en ofensiva.

Por eso, en medio de un desarrollo chato y parejo, incluso con una leve supremacía del local, quien en la primera etapa dispusiera de las contadas y mejores ocasiones para la apertura del marcador, a poco de iniciado el complemento, una cobertura defensiva permisiva del intratable “negro” Blanco, más un dominio con la mano del punta de Lomas, no advertido por un regular arbitraje de Lucas Di Bastiano, derivó en el centro que terminaría en el primer tanto de la visita, tras la incursión ofensiva de Luis Zeballos y su “puntazo” inapelable al ángulo superior derecho, de un sorprendido Alejandro “Chiche” Migliardi.

Lejos de los merecimientos, pero arriba en el marcador por su pragmatismo y contundencia, el once de Felipe De La Riva se retrasó un par de metros más a la espera de la reacción del Gallo, oponiéndole al equipo de Mario Grana una verdadera “muralla” en el área de Maximiliano Gagliardo (quien, dicho sea de paso, se cansó de hacer tiempo, aún estando en ventaja, con la venia cómplice de Di Bastiano), con los once jugadores del “Milrayitas” en su propia mitad del campo y una extrema defensa de hasta siete hombres, si a la línea de tres le sumáramos los dos volantes centrales y la dupla de externos.

Equipo solidario, en una mirada “generosa” ó amarrete, en otra no tan condescendiente, Los Andes convertiría el arco que da espaldas a la tribuna visitante en un auténtico frontón, al que el Gallo, claro está, jamás supo ni pudo doblegar con claridad, salvo en contadas ocasiones, en las que pudo y hasta mereció llegar a la igualdad.

Sin embargo, resultaría el propio Morón, quien facilitaría la labor de defensa y contención de la visita, a partir del mal partido de su doble enganche (en especial, de Esteban González, quien volvió a parecerse a aquél talento cadencioso e impreciso del partido debut frente al propio conjunto de Lomas), sumado al desgaste excesivo al que se vieran obligados tácticamente, tanto Mariano Barbieri como Matías Orihuela, más preocupados en la cobertura defensiva de sus laterales, que en explotar sus mejores virtudes ofensivas.

En este marco, mientras el Gallito se debatía entre su falta de ideas y la improductividad de sus intentos ofensivos, Los Andes asestaría su golpe de nocaut, a partir de otra corrida y el golazo de tiro libre (de otro partido), de su volante diestro, Mauro Pajón, una de las incorporaciones “Milrayitas” durante el último mercado de pases.

Y si hasta allí le había costado demasiado generarle peligro a Gagliardo, en los quince minutos finales y dos a cero abajo, las mejores opciones del Gallo se generarían desde afuera del área, con varios intentos de media y larga distancia, algunos de ellos que habrían de pasar realmente muy cerca de los ángulos superiores del vituperado golero visitante.

Con el pitazo final de Lucas Di Bastiano, se consumaría una victoria tal vez injusta del “Milrayitas”, aunque sustentada en su gran pragmatismo y conocimiento de “libreto”, sumados a su disciplina, efectividad y contundencia. Por el lado del Gallito, la desilusión del reencuentro menos esperado con su público, aunque con la tranquilidad del tiempo para corregir errores y volver a las fuentes tácticas que mejor redituaran en el pasado reciente, con una revancha próxima e imprescindible, el venidero miércoles, ante el Acassuso de Walter Otta, en el “Estadio Ciudad de Vicente López”.

Por eso, más allá del sinsabor de la derrota…, el objetivo y el sueño permanecen intactos.

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