lunes, 24 de febrero de 2014

El innovador concepto de la "mala onda" en el fútbol (del Gallo).

Desde hace algún tiempo, venimos asistiendo a la incorporación de un concepto nuevo, en este novedoso “Mundo Morón”, donde ya nada puede sorprendernos, donde las argumentaciones futbolísticas tradicionales ha cedido paso a justificaciones más emparentadas con el “oscurantismo” que con el deporte.

En efecto, últimamente en nuestro convulsionado “nuevo” club, nos estamos acostumbrando a hablar de la “mala onda”, a la hora de buscar razones a un bajón anímico o futbolístico del plantel profesional, que parecen más propios de una explicación esotérica de una mala racha, que intentar seria y responsablemente, bucear en las verdaderas razones tácticas o emocionales de una debacle individual y colectiva.

Habituados sí, al recurso de la “mala suerte”, como subterfugio para no asumir responsabilidades propias y ajenas, en la mala hora de cualquier equipo, la incorporación de la noción de la “mala onda”, parece ir un paso más allá en el perfeccionamiento de dicho dislate, con muy pocos o casi nulos antecedentes en el contexto del deporte a lo largo del orbe.

Vanguardista si lo hay, la “mala onda” o “negativismo” como concepto justificativo de yerros tácticos, fracasos deportivos o impericia para conducir grupos humanos, en materia de deportes profesionales y competitivos, nos remite necesariamente a la figura excéntrica y hasta divertida (salvo para los franceses) de un tal Raymond Domenech, un ex futbolista y entrenador galo, de origen español, que dirijese a la Selección Nacional de Francia entre el 2004 y el 2010.

Polémico en sus decisiones, y evasivo hasta lo agresivo en la conflictiva relación que mantuviera con la prensa deportiva francesa, don Raymond Domenech, supo entrenar al siempre candidato en la previa, seleccionado galo, con una innovadora combinación de ideas tácticas y concienzudos estudios astrológicos.

De esta manera, ex jugador con tan sólo ocho partidos vistiendo “Le Blue” y dudosos antecedentes como director técnico, Domenech asume sorpresivamente al mando de la Selección de Francia, en la inesperada decisión de una remozada dirigencia del fútbol galo, con la intención de “borrar” los malos resultados obtenidos por la escuadra nacional, durante la “Eurocopa de Grecia 2004” (eliminada en cuartos de final, bajo la dirección técnica de Jacques Santini).

Con el primer desafío de la Copa del Mundo, “Alemania 2006” por delante, el “bueno” de Raymond, vanguardista en lo suyo y astrólogo de pasatiempo y pasión, echaría mano de los astros y las “cartas natales” para la conformación del plantel que disputaría el mundial en terreno teutón, antes que de los rendimientos y antecedentes futboleros de las principales figuras del fútbol galo, diseminadas por las principales ligas del mundo.

De esta manera y en una de sus decisiones más polémicas, Domenech excluiría a Ludovic Giuly y relegaría al banco de los suplentes, durante casi toda la cita mundial, a nada menos que David Trezeguet, uno de los delanteros más destacados a nivel mundial y que venía de ganar dos torneos consecutivos de liga italiana con la Juventus, y de salir segundo entre los goleadores de la temporada 2005/2006, con 23 goles (títulos que, más tarde, les fueran revocados a “La Vecchia Signora” como consecuencia de las denuncias sobre manipulación de partidos y resultados, con el consiguiente descenso a la Serie “B”).

Ya en Alemania y sin ningún empacho, Raymond daba cuenta ante los medios de las razones que motivaban sus extrañas y cuestionadas decisiones tácticas, siempre justificadas en el signo zodiacal de cada jugador, su ascendente y la alineación circunstancial de los planetas “regentes” ante cada ocasión, argumentos que determinaban la ausencia de figuras mundiales de la talla de Trezeguet y su reemplazo por otros players del plantel, con mejores augurios astrológicos, dado el “paso de Saturno por Mercurio, para el caso de los nacidos bajo el signo de Cáncer”, en desmedro de aquellos cuya fecha de nacimiento los “condenaba” indefectiblemente a convivir con una “mala estrella”, por “la influencia negativa de Júpiter para los acuarianos y sagitarianos”…, o algo por el estilo (¡!).

Para no extendernos demasiado, aunque la figura desmesurada de Raymond lo ameritaría, en 2006 los “astros” habrían de acompañarlo tras una clasificación en primera ronda “por la ventana”, pero arribando a la final de un más que mediocre mundial, y en buena medida gracias a la actuación descollante de Zinedine Zidane (sin importar su signo zodiacal), con caída frente a Italia, recién en los penales, en el encuentro de la recordada expulsión del propio Zidane por un cabezazo en el pecho a Marco Materazzi, con el arbitraje de Horacio Elizondo.

Más tarde, evidentemente los astros habrían de abandonar a Raymond Domenech, con la eliminación del representativo francés en los cuartos de final de la “Euro 2008”, apabullado por la superior técnica y táctica de una Holanda que lo pondría en ridículo por 4 a 1. Hasta llegar a un nuevo mundial, por una segunda insensatez de la máxima dirigencia del fútbol galo, donde “Le Blue” se despediría con mucha pena y nada de gloria en la fase de grupos de “Sudáfrica 2010”, no sin antes dejar su “marca astrológica” en la conformación del equipo, con la desafectación a última hora de Karim Benzema (delantero del Real Madrid) y las pocas chances dadas a Nicolás Anelka, por razones “astrales” idénticas a las que, cuatro años antes, relegaran las posibilidades de Trezeguet. De vuelta en Francia, en medio de un mar de críticas, “la estrella” de Raymond se apagaría definitivamente, al ser despedido del cargo en septiembre de 2010 y reemplazado por Laurent Blanc (de muchísima más trayectoria que ocho cotejos en su etapa de jugador de selección).

En definitiva, y salvo que el entrenador de nuestro Gallo haya resultado un hijo dilecto del referido Domenech, de cuyo paradero hoy se desconoce, aunque se presume que estaría “tirando las cartas” y “leyendo runas” en algún suburbio parisino, por lo menos para nosotros, resultan tan incomprensibles como seriamente inadmisibles las justificaciones amparadas en un supuesto “estado de mala onda o negatividad”, que generaría un sector de la prensa partidaria y hasta buena parte de los plateístas de la “Filiberto Ferrante”, para no hallar verdaderos argumentos futbolísticos que expliquen el tremendo bajón por el que actualmente atraviesa el Deportivo Morón.

Tal vez, en los inesperados y espasmódicos cambios de Matías Villavicencio por Ariel Berón (una de las figuras de la defensa y del equipo en su conjunto, en lo que va de la temporada) y, a la fecha siguiente y tras la paupérrima (y preanunciada) actuación del ex Independiente, la misma modificación pero a la inversa (y en el último de los casos, con el mismo Villavicencio fuera de los dieciocho convocados), habría que intuir razones de orden astrológicas o estelares, que justifiquen tamaños “desaguisados” tácticos, más tarde no asumidos públicamente, más allá del precitado estado de “mala onda” que se genera desde el afuera y, según el propio DT, condicionaría el ambiente, la cabeza y los botines de jugadores profesionales, algunos como Villavicencio, con largos y exitosos recorridos dentro de las diferentes categorías del fútbol argentino.

Como sea, “la mala onda” o “el negativismo” han de resultar conceptos nuevos y recurrentes, a los que deberemos acostumbrarnos aún de mala gana y sin convencimiento, en la lamentable ausencia de explicaciones futbolísticas comprometidas, que justifiquen las razones tácticas de decisiones discutidas y resistidas, y sin embargo repetidas.

En cualquier caso y ante la incertidumbre de aquello que nos deparará el futuro cercano, habrá que indagar en qué suburbio parisino atiende don Raymond Domenech, para consultar en sus “cartas astrales” y sus “alineamientos estelares”, los motivos de una crisis futbolística que, desde nuestro cuerpo técnico, públicamente se adjudica a determinadas “fuerzas ocultas”, como la “mala onda” de la prensa y de cierto sector de la parcialidad el Gallo.

Excusas o no, amigo lector, le pedimos encarecidamente que se abstenga de criticar (más allá de lo que vea y le duelan los ojos y el corazón), porque estaría colaborando inconciente e insensatamente con este “estado de mala onda”, que tanto mal nos hace, maniatándonos los pies dentro de la cancha y nublándonos las ideas al borde de ella.

Seamos “positivos” y responsables, por el bien de Morón y del recuerdo insólito de don Raymond Domenech.

              Raymond Domenech, nacido el 24 de enero de 1952, en Lyon (Francia).

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