miércoles, 6 de noviembre de 2013

La noche del ídolo y de los goles “maradoneanos”.



Y una noche, sin previo aviso, volvió el gran goleador y, bajo su influjo, se abrieron los arcos del Nuevo Francisco Urbano, para el delirio del Pueblo del Gallo, que pudo comprobar con regocijo y satisfacción, el reencuentro con el gol de su ídolo máximo.

En la noche del martes, el Deportivo Morón se alzó con un triunfo tan holgado como importante, por varios factores: el retorno al liderazgo del torneo, en compañía de Defensores de Belgrano, Platense y Atlanta; el acortar distancias con Flandria y Barracas Central en los promedios, ahora a sólo cinco unidades de diferencia y lo dicho, el demorado y ansiado retorno de Damián Emilio Akerman, que tras una larga sequía, con problemas físicos incluidos, pudo descargar toda su bronca y alegría contenida, en un enorme grito de gol que le llenara la boca, de frente a la gente que lo venera e idolatra.

Sin embargo, en una noche evidentemente mágica, por la vuelta del máximo artillero histórico del Gallito, el once de Mario Darío Grana pudo disfrutar (y hacer disfrutar a su hinchada) de un triunfo sin sobresaltos sólo en el marcador, dada la contundencia inusitada de este equipo -por lo menos hasta esta fecha-, dado que en el trámite del cotejo habría de sufrirlo en varios pasajes, pero que a fuerza de corazón, algo de fútbol y por prepotencia de goles, pudo torcer a su favor para redondear una actuación convincente en lo general, con algunas dudas a corregir en extrema defensa.

De entrada, la visita tendría dos chances clarísimas para abrir el marcador, merced a las dos “torres” que podría en cancha el entrenador del conjunto de la colectividad, Eduardo González, para intentar forzar el desarrollo y resultado, a partir de la victoria en una batalla planteada en las “alturas”.

Así las cosas, tanto Leonardo Ramos como Juan Manuel Caspary, con sus exuberantes portes, no exentos de habilidades con los pies, complicarían muchísimo a la última línea de un Morón, que volvería a evidenciar problemas en dicha zona del campo del juego, propiciando transformar el área de “Chiche” Migliardi en un “teatro de operaciones” a la medida de las dimensiones de los puntas visitantes, que lograban poner en aprietos a la línea de tres del Gallo, con algo de altura en Emiliano Mayola, y capacidad de salto en Ariel Otermín, pero un baja estatura en su joven líbero, Ariel Berón, quien la pasaría realmente mal durante buena parte del cotejo.

Ante esto, el Gallito proponía una contención en el mediocampo, con Martín Granero (nuevamente de gran partido, constituyendo lo más parejo del equipo, hasta aquí) como único volante central, con Dante Zúñiga corrido hacia el carril izquierdo, y un Gerardo Martínez como primera opción de pase, con responsabilidades de marca, para luego habilitar a Esteban González, unos metros más adelante, como enlace con los delanteros, Mariano Martínez y Damián Akerman.

Y sabido es que, en este esquema, cuando las urgencias de los resultados obligan al entrenador a “poner toda la carne al asador”, con ambos enganches en cancha, y Zúñiga para remontar el carril zurdo, Granero debe desdoblarse más que nunca y el neuquino de Cutral Có pierde eficacia fuera de su ámbito natural, que no es otro que el círculo central, supliéndolo con la prodigalidad y la actitud ya conocidas, además de su buen pie y criterio a la hora del manejo de la pelota y los espacios.

En este punto, debemos detenernos en un acierto destacable de Mario Grana, como lo fuera el cambio de lateral de Mariano Barbieri, quien por derecha (con el “Polaco” Gastón Sánchez en el banco de los suplentes), exhibiría una actuación realmente de excepción, erigiéndose en la figura del equipo y del encuentro, a partir de su gran tarea en ofensiva y su solidaridad y contracción a la marca, a la hora del retroceso, colaborando permanentemente con los defensores, en especial con Ariel Otermín, cuando al rubio central, de correcto partido, se le complicaba lidiar con alguno de los “grandotes”, más la llegada de volantes rápidos y peligrosos en la visita, como un movedizo e interesante Nahuel Peralta.

Por si fuera poco, esta actuación francamente consagratoria, donde consumara todo lo amagado en varias fechas y concretado las condiciones que todos sabemos que tiene generosamente, y que hemos sufrido en el pasado reciente, vistiendo la camiseta amarilla del “Canario” de Jáuregui, Mariano Barbieri habría de “ponerle el moño” con la concreción de un gol decididamente “maradoneano”, donde partiendo desde el sector derecho, tras recuperar una de las tantas pelotas capturadas en mitad del terreno, enfilara con decisión y una habilidad en velocidad asombrosa, para tras un “slalom” donde dejara desairados a cuatro rivales, ingresar al área por el vértice izquierdo, para definir magistralmente ante  Marcos Jara, con una remate potente y esquinado. Tras semejante obra, pocas veces vista por el Oeste, no había más alternativa que aplaudir de pie, hasta que las palmas de las manos dijesen basta.

Tras los primeros ’45, el dos a cero con el que el local se iría a los vestuarios, reflejaba poco más que la enorme contundencia de un Morón, que lejos de vencer y por dos goles de diferencia, debería haber estado agradecido con un empate parcial, ya que más allá de ambos goles en sendas llegadas, la visita había generado no menos de cuatro o cinco ocasiones claras de gol, sumado a un actitud de mayor presencia en campo ajeno y dominio del balón.

Sin embargo, como los goles no se merecen, sino que se hacen, en el complemento, el Gallo siguió pasando algún que otro sofocón en su insegura última línea, aunque controlados casi por completo, en su tercer intento franco al arco, donde esta vez sería Dante Martín Zúñiga quien se regalaría (y nos obsequiaría a todos los presentes) otro golazo de antología, cuando tras capturar una buena habilitación de Mariano Martínez, en el borde del área, despacharía un misil de “cachetada”, que iría a colgarse del ángulo más lejano del palo izquierdo de Jara; para delirio de la multitud presente en el Nuevo Francisco Urbano y premio más que merecido a tantos intentos anteriores sin fortuna, del neuquino, que esta vez podría debutar en la red con la casaca del Gallo y de qué forma.

De allí y hasta el final, Mario Grana mandaría a la cancha a Matías Villavicencio, para reforzar la defensa con una línea de cuatro (donde volvería a destacarse Emiliano Mayola, en especial, durante el primer tiempo) y a Ezequiel Cérica y Mariano Messera, quien a segundos de su ingreso estuviese a punto de convertir el cuarto tanto, en lugar de Mariano Martínez, Gerardo Martínez y Esteban González .El primero de ellos de flojo encuentro, pero con el destaque de haber sido el autor de dos pases gol, con especial atención en la corrida y desborde para el festejado tanto de Akerman; mientras Gerardo alternaría malas y buenas, en una noche de impresiones, y el “Pelado” redondearía una correcta actuación, con momentos de lucidez y talento, mientras le durase el aire en pulmones y cerebro.

En definitiva, en una noche de ensueño, por el regreso del ídolo máximo y los goles “maradoneanos”, el Gallo terminaría concretando en la red, un triunfo apretado en el desarrollo del encuentro, pero que lo sube a la cima del torneo, lo saca de la zona del descenso y acorta distancias con sus principales objetivos, en la tabla de los promedios, para mirar al futuro con mayor tranquilidad y entusiasmo, donde puede no sobrarle demasiado, pero seguro tampoco es menos que nadie.

Y es precisamente allí, donde se basa el sueño y la ilusión de todo un Pueblo. La próxima escala, será en Caseros, para medir la verdadera dimensión de este momento, y cambiar por ambición, el amarretismo evidenciado fuera del Oeste. Asignatura pendiente, oportunidad en ciernes… Y a seguir luchando.

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