domingo, 24 de febrero de 2013

Deseo y decepción.


Hacía realmente mucho tiempo que un encuentro no generaba tanta expectativa, en la previa, como el suscitado en la tarde-noche del último sábado, con la visita de Chacarita al Francisco Urbano.

Habrá sido por la vuelta del “Funebrero” al Oeste, tras más de catorce años, justo en el último semestre de vida de nuestro entrañable estadio. Habrá sido por la reedición del último gran clásico de la categoría, luego del ascenso conseguido por Nueva Chicago, vía Reducido, en la pasada temporada 2011/2012. O habrá sido porque ambos llegaban al choque en posiciones expectantes, distanciados entre sí por un solo punto, a favor de la visita, y a cinco y seis unidades respectivamente, de un líder como Atlanta que, lejos de consolidarse en la cima, semana tras semana renueva las esperanzas de sus perseguidores, al perder terreno en la lucha por el campeonato, por alternar malas y buenas, en el marco de uno de los torneos de la “B” Metro más regulares (para abajo), que se tengan memoria.

Sea por lo que fuese, el Pueblo del Gallo respondió como siempre y aún más que otras veces, con una movilización en los días previos como no se registraba desde, tal vez, aquellas fatídicas finales perdidas en Varela y luego en el mismo Urbano, ante Deportivo Español, y con una asistencia de público superior a cualquier jornada multitudinaria de los últimos tiempos, quizá también desde algún choque clásico ante los de Mataderos, en tiempos de Bongiovanni, Marcos Fernández y telón de estreno.

Y no por casualidad la memoria nos conduzca de regreso a Defensa y Justicia y la tarde con incidentes de los tres goles anulados, la terna arbitral más “negra” de nuestra historia y la inexpugnabilidad de un Gastón Loza (arquero del “Gallego”), figura descollante de un Español “incentivado” a arruinarnos la fiesta. Es que nuevamente cuando todo hacía prever un verdadero carnaval, dentro y fuera del estadio, un destino empeñado en reabrir viejas heridas y jamás “curarnos” de espanto, en complicidad con la reiteración contumaz de errores de idénticos y viejos actores, haría que una vez más (y ya son muchas en los últimos años) pasáramos del “deseo” a la “decepción”, sin escalas ni preavisos ni aspirinas.

Porque Morón tuvo quince minutos de furia brillantes, estimulados por un marco sin precedentes, donde sacaría diferencia de dos y hasta podría haber conseguido el tercer gol y de lujo, de haber “calzado” el balón con justeza, el taco del botín derecho de Mariano Martínez, en ese cuarto de hora donde todo parecía posible: la goleada en el clásico o cuanto menos una victoria con autoridad ante el “Funebrero”, el sumar y justificar rápidamente tres nuevos puntos para mantenerse expectantes en la pelea mayor por el título y dibujar una sonrisa bien grande en el Pueblo moronense, con festejo prolongado y merecido tras semejante despliegue de sueños en las jornadas previas.

Sin embargo, y como en Varela, ningún equipo del “Gato” Norberto Salvador Daniele se contentará jamás con la victoria transitoria, ni intentará controlar el juego con inteligencia y paciencia para, ordenada y estructuradamente, aguardar el momento preciso para cerrar el cotejo con uno o más tantos, consecuencia directa de un proceso de decantación natural y futbolera, donde quien lleva dos goles arriba se organiza en defensa, deja venir al rival y factura de contra, neutralizando en definitiva, toda clase de asedios, zozobras y en particular, “resurrecciones” milagrosas de sus confundidos rivales de turno.

Pero es que en los equipos de Daniele jamás habrá de transigirse el “golpe a golpe”, ni negociarse la alternativa de acceder al tercer gol, antes que al primero. Y esta faceta del juego planteado por el “viejo lobo”, ya no puede sorprender a nadie, pero mucho menos a él que ha tenido su cuota parte de responsabilidad, en la dilapidación de un ascenso, prácticamente consumado hasta el descuento, bajo la premisa inclaudicable de cambiar ataque por ataque, en momentos en que el pragmatismo futbolístico requería más bien, de “reventar” la pelota a cualquier parte y perder todo el tiempo de juego posible. Propuesta de una gran osadía y sin dudas que generosa, pero al mismo tiempo absolutamente errática e inadmisible, cuando lo que se halla en disputa es un ascenso y en última instancia, se trata y estamos hablando de la primera “B” Metro.

Porque este planteo repetido del “Gato” Daniele, más allá de los ocasionales protagonistas, que procura trocar el equilibrio por el verticalismo a ultranza, no hace más que constituir una propuesta más que generosa, como dijimos, pero básica y efectivamente con cada adversario de turno, a quienes les permite remontadas increíbles o pasar a la historia por gestas asombrosas, cuyos ejemplos ya se cuentan por centenas de encuentros, a lo largo de las distintas etapas en que Daniele se hiciera cargo del banco de los suplentes del Gallo, en extremos dolorosos como la tarde negra de Varela, o menos costosos como aquella goleada parcial 4-1 a Instituto, en Alta Córdoba, allá por el ’94 en la “B” Nacional, que en poco más de ‘45 se transformaría en un 4 a 4 “heroico” de los locales y que por falta de tiempo no terminase también en derrota.

Resulta increíble, sin dudas, saber que se cuenta con el máximo goleador del torneo y del fútbol argentino por demolición, como lo es Damián Emilio Akerman (quien suma 21 en el campeonato, 23 en la temporada y 119 con la camiseta del Gallito) y que aún así el Deportivo Morón ni siquiera logra consolidarse a la fecha, entre los cuatro conjuntos que clasificarán a un reducido sin ventajas deportivas ni promociones desiguales como exiguo premio a semejante esfuerzo.

Y teniendo al lado a compañeros de buen pie, que lo pueden acompañar (y de hecho lo hacen) acertadamente y abastecerlo de igual forma, como Mariano Matías Martínez, Dante Martín Zúñiga o Claudio Martín Cabrera, más allá de mejores o peores jornadas o momentos de mayor o menor lucidez dentro de un mismo encuentro.

Pero si el Gallo puede resolver cualquier cotejo, de tres cuartos de cancha en adelante, de igual manera es capaz de complicarlo hasta el extremo, como ante el “Funebrero”, de la mitad del campo hacia su arquero.

Porque el medio juego del Gallo es una zona de tránsito para propios y ajenos, donde al buen pie y el criterio de Lionel Coudannes, no se le ha podido jamás complementar la marca, el quite y el anticipo necesarios, que requiere imperiosamente ese sector tan sensible del terreno. Y ni hablar de las bandas, con dos enormes jugadores, como los mencionados Dante Zúñiga y Claudio Cabrera, con una faz ofensiva determinante y desequilibrante, pero con una contracara defensiva lenta e insuficiente.

Hasta llegar a la defensa, verdadero nudo gordiano de este equipo que sufre ante cada centro o pelotazo frontal y se ve permanente superado por los laterales, con una facilidad alarmante y recurrente. Sin importar el nombre propio del jugador ni el adversario ocasional, la mayoría de los goles recibidos han venido a partir de la falta de contención sobre los laterales o mediante pelotazos frontales y lineales que, por previsibles, no han dejado de complicar a una zaga insegura, inconexa y permeable, y por si fuera poco, con una tendencia reiterada a desempeñarse peligrosamente en línea.

Por último, y a pesar de ostentar la delantera más efectiva y letal de la “B” Metropolitana, este Deportivo Morón, versión 2012/2013, ha adolecido hasta el momento, de un generador de juego confiable y consecuente, a partir de un Armando René Lezcano que jamás ha logrado consolidarse como el enganche indiscutido de este equipo, pero aún así y a pesar de sus vaivenes de rendimiento, infinitamente superior a un Mariano Messera que, concebido originalmente por el cuerpo técnico, como titular desde el arranque, no ha mostrado más que sus pergaminos y su dilatada trayectoria, presente en su currículum, pero ausente sin aviso dentro del campo de juego, en casi siete meses desde el comienzo de temporada.

Con todo, no podríamos aventurar vaticinios de dudoso cumplimiento, sobre la despedida definitiva de la lucha por el campeonato o la postergación de sueños de ascenso, aún a pesar de los nueve puntos que hoy nos separan del liderazgo, en presencia de un torneo signado por la irregularidad, el mal juego y la vulnerabilidad de los equipos que pese a sus enormes limitaciones, continúan perfilándose como los grandes aspirantes al título.

Ojalá puertas adentro, los “viejos actores” protagonistas de aquellas epopeyas, varias veces ajenas, revean antes que sea aún más tarde la propuesta sólo generosa con los rivales, de un “golpe por golpe” que, a fuerza de disgustos, nos tiene el cuerpo y el alma llenos de magullones. Cambiar no siempre es de débiles o sin convicción, ni “morir en la suya” de valientes ni convencidos.

Será que, en definitiva, del pasaje sin escalas ni preavisos ni aspirinas, del “deseo” a la “decepción”, en Morón ya estamos todos podridos.

3 comentarios:

  1. Hay que recordar que aquel parido con Instituto que ganabamos 4-1 teniamos 2 jugadores de mas y nos empataron 4-4.
    yo ya me cansé del Gato, creo que con este plantel y como se está dando el campeonato con otro tecnico estariamos arriba

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    1. Muchas gracias por el dato, Mauricio..., no recordábamos el detalle de los dos jugadores de más, aquella tarde en Alta Córdoba.

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  2. Creo que despues nos expulsaron alguno a nosotros tambien, pero en un momento ganabamos 4-1 con 2 mas.

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